Una victoria escrita a pases
El primer alevín de la escuela rojiblanca demostró su calidad convirtiendo en gol las buenas ideas
Después de un comienzo de partido a jirones. El Atlético de Madrid encontró su estilo. De la imprecisión pasó al acierto. La pelota encontró los pies que marcaban las diferencias y el resultado final fue un 6-0 lleno de detalles de equipo y broches individuales.
Comienza el show en la mayoría de las categorías del fútbol base madrileño. Y en alevín autonómica jugaron en los campos de Ernesto Cotorruelo, el primer alevín de la Escuela del Atlético de Madrid frente a la humilde pero siempre tenaz Escuela de Fútbol Carabanchel.
Los rojiblancos pronto impusieron su patrón de juego. Es uno e los equipos puente entre la Escuela del Atlético de Madrid y su cantera. Una generación más dirigida por Wilson que trata de mimar al balón hasta encontrarle acomodo en la portería contraria.
Durante los primeros compases se encontraron ante un rival ordenado que a base de pases, paredes y desmarques se fue deshilachando. Tras varias acometidas locales que se quedaban en el camino por el desatinó de sus jugadores llegó el primer gol.A partir de ahí la puntería en los pases, los movimientos y los goles.
En el minuto catorce, David alza la cabeza asiste desde el lateral derecho a Ricky que corre junto a la pelota hasta que se topa con el portero. Entonces se la entrega a su compañero Juan que la empuja a puerta vacía, 1-0.
La propiedad del balón ya sólo era de los locales. Los once pedían ser protagonistas de una larga jugada y enfrascaban a su rival en su propio campo. Soler erra el primer remate pero Juli a la media vuelta emboca la pelota en las mallas, 2-0
Antes del descanso, y a renglón seguido del segundo tanto Juan finaliza un contragolpe ganando la espalda de su marcado y elevando el esférico por encima del portero rival, 3-0.
Tras el descanso, parecía que los rojiblancos se iban a difuminar. Con tanta ventaja y tan poca resistencia que procesar se dejarían llevar con la pelota en sus pies. Pero en el cuadro del Manzanares hay un chico que no sabe lo que es parar, se llama Ricardo Salinero.
Primero pisó el área para rematar de volea un centro de Juan pero remató al aire y eso le motivó más. Al minuto siguiente, en el treinta y siete, tomó la pelota al pie sacando a su marcador del eje central, le dribló y luego encaró al guardameta franjimorado. Lo sentó y terminó marcando gol, 4-0.
Desde entonces Ricky cambió su punto de partida sobre el campo. Dejó el centro del ataque para arrancar desde la banda derecha. Como si fuese el carril de una locomotora el pequeño futbolista rojiblanco aceleraba una y otra. En el minuto cuarenta y siete detuvo su marcha sobre la línea de fondo, esperó al rival y centro hacía atrás. En el segundo palo ya esperaba para rematar su hermano gemelo, Luis Salinero (5-0).
El propio Luis sería el encargado del sexto gol a cinco minutos para el final empalmando de volea un córner botado desde el vértice izquierdo.
Final del primer envite para estas dos escuadras. La Escuela del Atlético de Madrid da pie a pensar que una generación más hay talento para mostrar. Los franjimorados a pesar de salir goleados y de bajar los brazos demasiado pronto disponen de raza y de un director de orquesta exigente y cualificado como Alberto Marcos, para ir creciendo paso a paso a lo largo de la temporada.
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