Jugándose el partido de ida de los dieciseisavos de final de la Copa de Su Majestad el Rey siempre hay nuevos valores que tienen su protagonismo. En el Sardinero, Diego Benito, mediocentro del filial rayista, tomó las riendas de la franja roja. Y en el Toralín, campo de la Ponferradina, debutó con la camiseta blanca, Jesé, saltando al terreno de juego por su reflejo, Cristiano Ronaldo.
Uno nació en el 1988 y otro en 1993. Medido en años, Diego Benito termina la universidad y Jesé la comienza. Para el jugador franjirrojo esta temporada es el fin de su formación, ya ha quemado todas sus etapas. Ahora le toca abrirse camino, doctorado en la Segunda División "B" busca escalar dentro de su empresa, el Rayo Vallecano. Su liderazgo y proactividad sobre el campo como becario ,en el segundo equipo de Vallecas le avalan. Además de multitud de entrenamientos junto a los grandes futbolistas del club.
Mientras, el canario siempre ha sido un niño prodigio desde que en cadetes llegase al Real Madrid procedente de Las Palmas de Gran Canarias. Todos los equipos de cantera de "La Fábrica" tienen su crack. Él no comenzó siéndolo pero no tardó en aflorar su talento, ser distinto a los demás. Sólo por esto todo el mundo se detenía a verlo regatear después de encarar. Inconstante pero genial fue marcando goles hasta demostrar que su calidad estaba por encima de los chavales de su edad. No pisó el juvenil "C" blanco y recién se ha saltado su último año como futbolista de base para jugar a las órdenes de Toril, con 19 años, en la tercera categoría del fútbol español. En sólo unos meses ha aprendido a crecer a base de palo y zanahoria. Hoy mantiene su creatividad pero conoce lo importante que es siempre sumar su talento al equipo para después multiplicar con su fútbol y así marcar diferencias (como muestra el gol que logró en el derbi de filiales en el Cerro del Espino frente al Atlético de Madrid), pero nunca restar.
Ambos están ante la oportunidad de iluminar su destino. Uno fue titular, otro tan sólo jugó quince minutos. Sin embargo, el camino de uno y otro sólo concuerda en una cosa. Para convertir en realidad sus sueños viven en el darwinismo futbolístico.Dónde cada temporada, entrenamiento y partido luchan contra sí mismos, contra sus rivales en el campo y contra otros compañeros por llegar al paraíso de la gloria.
Diego Benito es del barrio del Lucero (Madrid), un lugar en la capital que huele a churros por la mañana y las casas son bajas. Hijo de futbolista amateur, ha mamado el olor a linimento de un vestuario y ha convertido el sonido de la pelota en una nana de buen recuerdo. Del Amorós a Cotorruelo, de Cotorruelo a Orcasitas, de Orcasitas al Román Valero y del Román Valero a Vallecas. Este es el camino de este humilde niño que cuando juega siempre lo hace con los ojos bien abiertos y la seria ilusión de quién disfruta con lo que hace.
Aún recuerdo, sus recortes y gambeteos en corto desde la banda del Cotorruelo o en el Polideportivo de Orcasitas cuando vestía la rojiblanca de la Escuela del Atlético de Madrid. Al sintonizar Ondamadrid y escuchar que jugaba de inicio en el Sardinero esboce una sonrisa de oreja a oreja que no se me borró hasta irme feliz a la cama después de verlo en imagen. Con la misma fluidez y elegancia que conducía, tocaba, tiraba paredes y delineaba pases al hueco en cadetes ,en el Campo de La Chimenea o en edad juvenil en el Román Valero para el C.D Moscardó, lo estaba haciendo en el Sardinero frente al Racing de Santander.
De nuestra hornada es el único que ha llegado tan lejos. Les dejo unos números y hagan sus cálculos. En la Escuela del Atlético de Madrid, cada generación se constituye en cuatro equipos de unos veinte jugadores cada uno, más la plantilla que conforma el equipo de la cantera. Más tarde, en el C.D Moscardó su primer año jugó en Cadete Autonómica, la liga más importante de la capital formada por un número aproximado de 320 futbolistas. Más tarde jugaría en División de Honor tanto con el Moscardó como con el Rayo Vallecano, compitiendo por una oportunidad llena de ojeadores con 2240 jugadores en todo el territorio nacional. Al fin jugó en Tercera, con el Rayo B, ascendió a Segunda "B" y sigue compitiendo por una oportunidad. Cambian las caras pero el siempre está con una sonrisa, con sus bromas y su generosidad sobre el campo, siempre queriéndote ayudar. Mientras tanto sus gestos y su habilidad congelan la mirada del espectador que está en las gradas fijándose hacía dónde va a llevar el balón.
En cambio, Jesé lo trajeron a Valdebebas desde las Islas Canarias. Su mérito ha sido aclimatarse a la presión y las exigencias de un gran club, sin perder ni un átomo de espontaneidad en su forma de jugar. Pero al ser seleccionado por un abrir y cerrar de ojos, formar parte del bordado de un gran escudo y una gran marca como el Real Madrid hace que cada uno de sus regates sean sorprendentes pero no silenciosos. Desde sus primeras travesuras hasta las últimas se han relatado . Aunque en el mundo haya otros tan buenos como él, Jesé está en el camino correcto dónde depende de sí mismo para beberse el cáliz de la felicidad alrededor del fútbol siempre y cuando la puerta del paraíso se abra de par en par.
Hasta que sean llamados por su destino deberán seguir tocando la puerta peloteando en los jardines del fútbol semiprofesional. Dieguito con su estilo, toco y me voy, toco y me muevo ante el Real Oviedo y Jesé driblando rojillos de la RSD Alcalá para seguir haciéndose notar con su potencia, habilidad y velocidad.
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